Si Palacio la hubiera picado bien, su
cara decoraría las marquesinas del palacio municipal.
Por una ordenanza habrían removido el
monumento a los ingleses, incluso el de Ramón
Estomba, para después colocar en
una lápida su escuálido torso en bronce,
imitando la
curvatura previa al impacto: “Homenaje a
Rodrigo Palacio. Bahiense por cuyo tanto la
argentina obtuvo la Copa del Mundo
Brasil 2014”.
Si Palacio la hubiera picado bien, una
horda de pendejos pandémicos con trenzas
multicolores flameando al viento
coparían los juegos del Parque de mayo.
Messi,
el genio autista, habría encontrado a su socio perfecto; Sabella sería el estratega más conceptualista
del planeta y por desgracia Julio estaría vivo.
Si Palacio la hubiera picado bien se
hubieran llenado sábanas completas con el nombre de
nuestra ciudad. Millones de periodistas tendrían que laburar en serio y
googlear Bahía Blanca , club Bella Vista
y barrio La Falda. Centenares de señoras
gastarían las veredas del barrio ante
solícitos noteros aportando datos de color: acá una vez
Palacio se cayó de la bicicleta, acá un
día Rodrigo Palacio dio su primer beso. Millones de
mujeres testificarían que tuvieron un
afair con Palacio y en los medios conservadores se
bajaría línea a favor de los cultores del perfil bajo.
Si Palacio hubiera picado bien esa
pelota el médico de la selección daría conferencias sobre
cómo hacer rendir a un deportista de
elite mediante infiltraciones reiteradas y violentarían
el juramento hipocrático que le hicieron
firmar para llevarlo y no convocar a Tévez.
Los pelados lucirían orgullosos sus
pelucas de payaso y Alfio Basile no sentiría más
vergüenza de decirse bahiense. Los
artistas no nos tildarían de mufa y la
nefasta nueva
provincia sería el medio elegido por
excelencia. Hasta oleríamos mejor. Rafael Emilio
Santiago volvería a la profesión. En Panorama
se entonaría el himno a Rodrigo y todo
se
teñiría de un patriotismo recalcitrante.
Cualquier foráneo de estas latitudes
podría discutir
de fútbol sin temor, incluso con el
periodista más destacado.
Pero Palacio no pudo picarla bien. Días
antes hablábamos de la pérdida de sensibilidad en
las extremidades a causa de la anestésia
local. Y nada…Este poema no puede
permitirse
tener remate.
Bella Vista Vox Ediciones 2015 Nicolàs Guglielmetti
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